Saturday, August 26, 2006

CHOVE NOITE NO MUNDO

CHOVE NOITE NO MUNDO

Amparo Carballo Blanco
escritora y editora


A estas alturas de la realidad, las palabras en boca de numerosos políticos sólo son sangrientas trampas de araña que han perdido su verdadero significado hieden a dinero y están tan muertas como todos los asesinados en la guerra.


Otra empalagosa Navidad está al caer y al mismo tiempo sigue cayendo incesantemente un letal diluvio de bombas sobre la indefensa población de Irak. Y mientras chove noite no mundo (Celso Emilio Ferreiro) una voz interior nos va relatando el amargo estribillo del villancico que cuenta y canta los miles de millones que cuesta cada misil presuntamente inteligente, los miles de millones que cuesta esta guerra, los miles de millones que va a costar reconstruir un país destruido, los miles de millones que se están repartiendo unos pocos por la matanza de muchos inocentes en esta locura interesada de muerte y destrucción, los miles de millones de dólares a interés compuesto.
Seguimos escuchando palabras como ayuda humanitaria, solidaridad, libertad, democracia para el pueblo de Irak; paz, Dios, guerra preventiva, daños colaterales, dólares, petróleo. A estas alturas de la realidad, las palabras en boca de numerosos políticos sólo son sangrientas trampas de araña que han perdido su verdadero significado, hieden a dinero y están tan muertas como todos los asesinados en la guerra.
Ha pasado casi otro año y el infierno terrenal está más caliente, amenaza con extenderse y ser aún peor. Sin embargo parece que nos hemos acostumbrado, no hay ya manifestaciones, ni protestas contra una guerra ilegal que se hizo por causas inventadas. Porque como bien dice Raúl del Pozo: “El miedo ha hecho su labor. Se está cumpliendo la profecía de Bin Laden: ya es más probable morir por un coche bomba que por una mordedura de serpiente. Ya hemos aceptado que no habrá paz hasta que el ejército de los infieles abandone la tierra de Mahoma”.
En un mundo globalizado donde todo es mercancía, ya tendríamos que conocer el precio que supone nuestra indiferencia, el privilegio de llegar a casa y poder apretar un botón para que funcione la calefacción o cualquier otro robotizado artilugio. Pero aún no somos conscientes que detrás de tan sencillo gesto hay un elevado tributo en vidas humanas y medioambientales. Ni que despiadados intereses políticos y económicos están condenando a gran parte de la Humanidad a la miseria y al hambre.
Cada mañana nos desayunamos con las terribles noticias de un genocidio que sigue y no cesa, y nos dan arcadas viendo como los amos del mundo, con su “operación limpieza”, pretenden un territorio libre de habitantes para poder apoderarse del pastel del petróleo, del infame negocio de reconstruir lo destruido brutalmente. Sin embargo, las vidas humanas perdidas por las armas ya nunca podrán ser reconstruidas ni recibirán una bonita felicitación navideña llena de amor, alegría, buenos deseos y acaso muchos regalos.
Seguro que los Bush tal vez saben que situado en los alrededores de la ciudad de Caen, en Normandía, centro neurálgico de la batalla de Normandía, a pocos kilómetros de las playas donde desembarcaron las fuerzas aliadas, fue construido sobre un búnker subterráneo el Museo para la Paz. El Museo, tiene gracia la cosa, fue patrocinado por la Fundación Estados Unidos- Normandía e inaugurado en 1988, pretendiendo ser una inolvidable lección de paz. En él se ofrece entre otras cosas un viaje a través de los horrores de las guerras, se exponen armas y material bélico, fotografías, carteles, documentos que describen el derrumbe de la paz. En el interior de una vasta bóveda oscura se proyecta una fotografía gigantesca y borrosa de Hitler bajo una siniestra luz violácea con un discurso como fondo sonoro. La visita continúa a través de otras salas donde se presentan sucesivamente una serie de imágenes alusivas a las deportaciones, genocidios, campos de concentración y las encarnizadas guerras que asolaron la Humanidad. El broche final de la visita consiste en una película a favor de la libertad y de los derechos humanos, en la cual se expone la filosofía que anima al Museo, aportando un mensaje de paz y esperanza.
Mucha agua ha pasado, mucha sangre sigue corriendo bajo los puentes de la historia de la Humanidad, pero muy poco ha cambiado la condición invasora del ser humano desde que los Estados Unidos de América colaborase en defensa de países que el nazismo había invadido salvajemente. Medio siglo después, total ayer, los invasores de países son los mismos EE UU de América, pero ahora convertidos en un peligro para el resto del mundo, especialmente para los países más pobres, incluso para el Medio Ambiente, con un reelegido emperador transmutado en una real amenaza para la paz.
De todo ello da cuenta las numerosas víctimas civiles que está causando y causará la atroz e ilegal guerra contra el régimen del dictador Sadam Husein. De forma que el propósito del Museo para la paz de lograr que todos los hombres y mujeres que lo visiten tomen conciencia de que las amenazas que se ciernen sobre la libertad no pertenecen sólo al pasado, sino que están presentes también en el mundo contemporáneo; y que la tarea de cada uno de nosotros consiste en redoblar esfuerzos a favor de la paz, la fraternidad y la solidaridad, ahora es algo que parece un deseo malogrado. Porque la espantosa realidad es que los seres humanos somos olvidadizos y ni museos, monumentos ni palabras logran que la paz sea un bien permanente.
Ya lo sabíamos, pero alguien lo dijo antes: “Esta guerra, como la que venga después, es para poner término a la guerra” (David Lloyd George). “Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren en ella” (Sastre). Lo estamos viendo en las sangrientas imágenes que nos llegan. ¡Qué feliz Navidad! ¡Qué contentos los fabricantes de armas! ¡Qué felices los políticos entretenidos con sus herramientas de guerra! ¡Qué náusea! ¡Qué vómito! ¡Qué pena! La especie humana con tantos hermosos logros se merece algo mejor.
Desde ahora el Museo para la Paz no estará completo si no se incluyen en él las imágenes de todos los belicosos defensores de la guerra preventiva con el inicuo pretexto de la paz. Una paz que al final sólo será la paz de los cementerios.
EL HOMBRE DESNUDADO

Amparo Carballo Blanco
escritora y editora



La luz era perfecta. Todos los voluntarios se estiraron boca arriba sobre el negro asfalto. Era un río de cuerpos desnudos por amor al arte de Spencer Tunick, singular fotógrafo USA que superó su propio récord al congregar a siete mil personas en pelota picada para la foto en el recinto ferial de Barcelona. Tal vez la intención del desnudo colectivo y de la foto es contar de forma realista como todos los seres humanos desnudos somos iguales, o casi. Que uno más uno es uno con uno igual a todo. O que uno menos uno no es nada, y sólo se puede ser río viviente sumando y no restando. Qué sé yo.
Sin ropa ni adornos, sin pelos ni plumas, excepto en su lugar los necesarios y de momento imprescindibles, una anónima muchedumbre humana parece cosa indefensa, semeja un tranquilo río de blancas larvas maravillosamente pequeñas y frágiles en su primera forma, pero capaces de mejorar y perfeccionarse mientras este planeta siga girando según la vieja teoría de la gravedad newtoniana, y permitamos nosotros mismos que pueda continuar el incomprensible juego de la vida.
Vistos así, desnudos y apelotonados, parecemos pálidos bichitos carentes de erotismo, raros individuos demasiado crecidos, demasiado minúsculos para que Dios y hormiga nos puedan ver, decía yo en un poema. Sin embargo la aparente fragilidad, la pequeñez y la grandeza del ser humano en su desnudez contrasta con la verdadera condición de éste y su contradictoria intervención en el medio. Quiere permanentemente hacer y deshacer el mundo a su imagen y semejanza, y no consigue sino volver al pozo de sí mismo. Nada le es suficiente para quien lo suficiente es poco, dijo Epicuro. La riqueza corrompe el alma humana, la pobreza la destruye, según Rosa Chacel. Y trágicamente confundimos la búsqueda y posesión de la riqueza con el progreso. Por eso, obsesionado con la avidez de ser más y más incesantemente, el ser humano contribuye al derribo propio contaminando su única casa con guerras que degradan el medio ambiente, siembran miseria, miedo y muerte. Bajo el feroz capitalismo global la solidaridad languidece en medio de un tufo caliente y desabrido. De tanta ambición, la generosidad muere de anemia. El apetito de destrucción está tan arraigado que nadie logra erradicarlo, forma parte de la condición del ser humano que, desde los primates al homo sapiens, parece tener bien gravada la conocida frase: «¡está bien así, porque yo no estaré aquí para verlo!»
Sabido es que toda la Humanidad junta, machacada y esparcida sobre la tierra sólo sobresaldría unos centímetros de la corteza terrestre y el planeta no aumentaría de peso ni volumen. Siendo como somos, apenas un tapiz en el suelo, ¿quién diría que dentro de la piel del mono desnudo conviven tantos extremos contradictorios, tanta crueldad y egoísmo, a la vez que las mejores cualidades, logros técnicos, artísticos y científicos, incluso los espirituales o metafísicos? Piel suave y cálida accesible al tacto, refugio donde fermentan los amores. Gracias a ella el alma, esa fuerza que nos habita desde la nuca hasta la frente, sabe del calor y del frío; gracias a ella los gusanos se encaraman a sus ideas.
Cada día, desde los medios de comunicación, nos llegan noticias de desgracias, luchas por el poder, corrupción política, escándalos financieros, terrorismo, amenazas, bla, bla, bla. Pero nunca de paz y armonía consolidadas. Tanta contaminación aumenta el rechazo a ese tipo de comportamientos, faltos de ética y de cooperación. Ante esto, acaso la única escapatoria, el único respiro sea el arte por el arte, enamorarse para temblar de esperanza, darse a la poesía o a la filosofía, al nihilismo que busca en el goce del instante el único absoluto. O invocar a la melancolía, que no es un estado emocional, sino una condición básica del trabajo creativo. Cioran dice: «¡qué eternos serían los seres humanos si tuvieran bastantes ilusiones para que sus pasos discurrieran por un universo de terciopelo! ¡Pero no! El ser humano a su paso suele dejar calamidades y desfiguración de la apariencia. La Naturaleza cometió algo más que un error de cálculo inventando al hombre: cometió un atentado contra sí misma.»
Y alguien dijo también que el cuerpo del hombre es un ¡ay! hecho de agua, una exclamación sujeta a los estados alotrópicos de la materia que ha cobrado forma. Que cada individuo es único en el cuándo y el cómo, el tal vez, el sin duda, el sin embargo, pero que la belleza del hombre desnudado reside en su sinnúmero. Por eso el fotógrafo ha querido inmortalizar tal desnudez masiva en la foto, explicar por qué somos tanto y tan poco, tan multitud y tan desamparados. Que hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no nos destruyamos. Que juntos los seres humanos tenemos caminos que seguir, puntos que alcanzar, necesidades que realizar, sin la destrucción sistemática e insensata de toda forma de vida. Y así llegar a convivir en paz en este planeta azul del que formamos parte orgánica.
Recordando, de Pablo Neruda, estos versos: «¡Salud, reconocedme, / somos iguales y no nos queremos, / nos amamos y somos desiguales, / cada uno con cuchara, / con un lamento especial, / encantado de ser o de no ser: / hay que disponer de tantas manos, / de tantos labios para sonreír, / salud! Que ya no queda tiempo.»
RASPADURADAS DE VIDRIO



Amparo Carballo Blanco
escritora y editora.


Sabemos que el ser humano siempre ha sido así. Que de poco y nada sirve clamar en el desierto. Que de todas formas los Bush emprenderán la guerra, ahora contra Irak después no se sabe, porque esperan obtener fabulosas ventajas financieras para los grupos de personas que forman parte del círculo de poder. Y porque además -lo dicen ellos- la mejor defensa preventiva es un buen ataque... Aquí empiezan los círculos viciosos: "¿Por qué la pistola? / Porque tiene miedo / ¿Por qué tiene miedo? / Porque no se fía / ¿Por qué no se fía? / Porque no se entera / ¿Por qué no se entera? / Porque no le hablan / ¿Por qué no le hablan? Por llevar pistola." (Sánchez Ferlosio)
Sabemos que no somos capaces de pensar el futuro. Que sólo importa el presente, no mucho más lejos. Que ante las guerras, horrendas guerras que destruyen familias, bienes y medio ambiente, que arrasan las infraestructuras que permiten el funcionamiento interno de la sociedad, nos encogemos de hombros mientras no nos toque a nosotros, y repetimos aquello de "los demás a mi plim, a mi plim los demás", que cantaba La Mandrágora.
Sabemos que cometemos todo tipo de imprudencias, atrocidades y atentados contra la vida del planeta. Que somos incapaces de movilizarnos contra las guerras potenciadas por el emperador del mundo y sus aliados piratas, tiburones políticos, buitres de las grandes finanzas, fabricantes de armas unidos en su gran Confederación del Comercio que se reparten el monopolio y el control de recursos estratégicos, como el petróleo. Ahora la disputa es por el petróleo; antes fue por los diamantes y el oro; en tiempos venideros será por el agua potable.
Sabemos que los EE UU van de una guerra a otra, que son responsables de la mayor parte de fabricación y exportación de armas de todo tipo. Que no permitirán que otro país les iguale en poder militar, y que su nueva estratégia de seguridad nacional es matar primero y preguntar después, igual que en su viejo Oeste. Contemplamos cómo los Bush lavan el cerebro con arengas patrióticas a la mayor parte de la población americana y mundial para que participen en la violencia como mercenarios, y tomen al abordaje países con el apoyo de actores externos, imponiendo por la fuerza, "apropiada y necesaria", la bandera de barras y estrellas, antes de la tibia y calavera. Nos intoxican con el arma letal de la mentira hasta hacernos bailar cual entontecido rebaño al son de los intereses económicos del Imperio de la Fuerza.
Sabemos, pero callamos. Y así nos va. Y así nos lucirá el pelo. Y así nos esquilarán, pues cuando los ricos hacen la guerra las consecuencias las pagan los pobres con sufrimiento, miseria y muerte. Es seguro que si los políticos o sus hijos tuvieran que ir los primeros a la línea de fuego al declarar la guerra, ésta no tendría lugar.
Sabemos, pero ¿estamos ciegos o "hace falta estar ciego, / tener como metidas en los ojos / raspaduras de vidrio, / cal viva, / arena hirviendo"...? (Alberti) ¿Es que no vemos las diabólicas maniobras de EE UU despreciando la oferta de Irak? ¿Por qué no dejamos que los Bush se devoren solos, ya que tan sólo buscan su propio interés, con el resultado de sangre inocente derramada, explotación y violencia?
Aunque de poco y nada sirva clamar en el desierto, hay que rebelarse, formar un ejercito (no un rebaño) a favor de la vida. Incrementar una corriente de opinión favorable a la paz. Y no callar... que callados sólo están los muertos. Los seres humanos aún podemos tener remedio si tomamos conciencia de nuestras tendencias peligrosas. Si nos damos cuenta de que el único medio para salir ganando en una guerra es evitarla. Si los recursos materiales y humanos invertidos en la guerra los ponemos al servicio del desarrollo para luchar victoriosamente contra la miseria, la enfermedad, la ignorancia y las demás plagas que azotan a tantos pueblos. Si logramos arrancar de las mentes el instinto cavernario de "quítate tú que me pongo yo".

Thursday, August 24, 2006

JOHNNY COGIÓ SU FUSIL

Tribuna/Opinión/Diario de León 16-08-2003

JOHNNY COGIÓ SU FUSIL

AMPARO CARBALLO BLANCO

Hay que hacer florecer en las mentes la semilla de la paz para que dé frutos, y la educación es la clave. ¿No es posible que esto se enseñe en las escuelas?

Ojeando las páginas de economía del Faro de Vigo (31/07/03) tropecé con una foto y una noticia que me hicieron recordar un cuento del escritor francés Maurice Druon: Tistú el de los pulgares verdes.
La noticia destaca que el objetivo de una empresa gallega de armas es lograr el «déficit cero». Su presidente, muy satisfecho, asegura que el ritmo de trabajo en la actualidad ronda el 94 por ciento y muestra su confianza en alcanzar el cien por cien en otoño, circunstancia que no se produce desde hace muchos años. La empresa se encontraba al borde de la quiebra, pero en el último año y medio está casi a pleno rendimiento. Es claro el motivo, si no que se lo digan a Bush y Cía que tanto saben de eso. En la sorprendente fotografía que ilustra la referida noticia figura el presidente del Consejo de Administración de la compañía con uno de los fusiles que fabrican con destino al Ministerio de Defensa. Se le ve muy sonriente, cara de siniestro mal abuelo, empuñando un fusil de repetición, ametralladora o lo que sea ese instrumento de matar que produce a la empresa tan elevados beneficios.
Al mismo tiempo escuchamos los argumentos belicistas de algunos a favor de incrementar aún más la fabricación y el comercio internacional de armas, porque eso facilita la creación de puestos de trabajo. Y nos preguntamos: ¿es ético y legítimo fabricar armas de destrucción y muerte con ese falaz pretexto?
La noticia, como he dicho, me hizo recordar un precioso cuento del escritor francés mencionado al principio, narración infantil original y cautivadora tanto para los mayores como para los más pequeños. Tistú, que es el protagonista de la historia, descubre que tiene los pulgares verdes, y que en cuanto toca semillas aventadas y olvidadas en grietas florecen instantáneamente. Esta mágica facultad le va ha servir para poner fin a una guerra entre los Andavés y los Andavetes, dos naciones en conflicto por un trozo de desierto bajo el cual hay petróleo, indispensable y causa para esa guerra. La historia sigue, más o menos y abreviadamente, de esta manera:
- ¿Está lejos ese desierto? – preguntó.
- A medio camino entre aquí y el otro lado de la tierra.
- Entonces la guerra no puede llegar hasta Mirapelo.
- No es tan imposible... Se sabe dónde empieza una guerra, pero nunca dónde terminará. Los Andavés pueden pedir ayuda a una gran nación, los Andavetes socorro a otra. Y las dos grandes naciones entrarán en guerra. Esto es lo que se llama «extensión del conflicto .»
La cabeza de Tistú daba vueltas como un motor. « Ya entiendo: la guerra es una especie de horrible cizaña que crece en el mapamundi... ¿Con qué plantas se la podría combatir? »
- Ahora vas acompañarme a la fábrica - dijo el Señor Tronadizo.
- La verás trabajando y será una buena lección.
- Estos cañones, Tistú - grito el Señor Tronadizo con orgullo - son los que han hecho la fortuna de Mirapelo. Con cada granada que disparan, pueden destruir cuatro casas tan grandes como la tuya.
Aquella noticia no pareció inspirar a Tistú la misma satisfacción. Entonces - pensó-, a cada cañonazo, cuatro Tistús sin casa, cuatro Carolus sin escalera, cuatro Amelias sin cocina, cuatro Alís sin piernas ni brazos... ¿Cuántas veces cuatro?
- Pues a mí este comercio me parece horroroso, porque...
Una enorme bofetada le paró en seco. El conflicto entre los Andavés y los Andavetes acababa de extenderse súbitamente hasta la mejilla de Tistú.
«La guerra debe ser como esto- pensó Tistú mirando al Señor Tronadizo con los ojillos llenos de lágrimas - . Se pide una explicación, se da una opinión, y ¡plaf!, recibes una bofetada. ¿Y si le hiciera crecer unos espinos en el pantalón? Sí, sí, espinos, o bien unos cardos...»
Se apretaba los pulgares... y fue así como tuvo la idea, la gran idea.
Como pueden ustedes imaginar Tistú se dedicó a deslizar sus dedos por armas y municiones, material que había sido empaquetado con tanta precaución como si se hubiera embalado porcelana. De tal modo que unas plantas trepadoras, rampantes, pegajosas, echaron raíz en el interior de las cajas de armas formando una tupida madeja alrededor de los fusiles, de las ametralladoras, de los revólveres, de los tanques, de las bombas de racimo, de las minas, de las máscaras anti-gas. Inutilizables también los magníficos camiones camuflados tan a conciencia con sus rayas grises y amarillas, porque unas zarzas punzantes crecían en abundancia sobre los asientos y los motores. No hubo ni un solo artefacto que no se librara de la misteriosa invasión. Las plantas aparecían por todos lados, plantas tenaces, activas y como dotadas de una personal voluntad. ¿Qué hacer con fusiles que florecen, cañones que disparan flores y bayonetas que no pinchan, porque unos preciosos ramos los privan de toda su eficacia? Unas hierbas malolientes se habían alojado en el interior de los megáfonos. Los oficiales renunciaban a emplear aquellos cucuruchos donde crecía la flor del ajo y la camomila pestilente.
Los cañones habían disparado, sí; pero disparado flores. Una lluvia de digitales, de campánulas y de azulinas se abatió sobre las posiciones de los ejércitos. La gorra de un general había saltado por los aires al ser tocada por un ramillete de violetas. Mudos, paralizados, inofensivos, los dos ejércitos se habían detenido frente a frente. En definitiva se trataba de un verdadero desastre para la guerra, pero no para la paz. Tanto los Andavés como los Andavetes tuvieron que renunciar y tirar las armas a la basura. Los países no se conquistan con rosas, y las batallas de flores nunca se han considerado como cosa seria. Por lo tanto, los Andavés y los Andavetes firmaron la paz inmediatamente. Los dos ejércitos se retiraron, y el desierto color de peladilla rosa fue devuelto a su cielo, a su soledad y a su libertad.La historia de Tistú el de los pulgares verdes, se debería poner como lectura obligatoria en todos los colegios del mundo. Y concienciar así con su lectura a niños y mayores de que hay que detener la carrera armamentista, para que las multimillonarias sumas que las naciones dedican anualmente a gastos militares se destinen a erradicar el hambre en todo el mundo, a la educación, a la investigación y desarrollo de los pueblos, especialmente los más desfavorecidos y explotados.
Hay que hacer florecer en las mentes la semilla de la paz para que dé frutos, y la educación es la clave. ¿No es posible que esto se enseñe en las escuelas? Convencer a la Humanidad de la necesidad de destruir los armamentos. Luchar contra los nacionalismos estrechos y la pasión del poder. Y sobre todo luchar contra las ideologías que proclaman la infalibilidad de sus doctrinas, dividiendo así al mundo en bandos irreconciliables.
El profesor Max Born, uno de los fundadores de la física moderna, premio Nobel en 1954, dijo que la esperanza no se ha perdido totalmente, pero tampoco se convertirá en realidad si no lo arriesgamos todo en la batalla contra las enfermedades de nuestro tiempo: las guerras.
Queda saber si dispondremos de tiempo para esperar.

AMPARO CARBALLO BLANCO es escritora y editora

MUNDO POBRE, POBRE MUNDO


Amparo Carballo Blanco, escritora y editora TRIBUNADiario de León, 12 de septiembre de 2002

(La educación para la paz, hoy)

MUNDO POBRE, POBRE MUNDO...

“Lo van a deshacer, va a volar en pedazos, al fin reventará como una pompa o estallará glorioso como una santabárbara o más sencillamenteserá borrado como si una esponja mojada borrara su lugar en el espacio”.

Estos versos de la poeta uruguaya Idea Vilariño parecen hoy realmente premonitorios.
Pobre mundo. A partir de los atentados en Nueva York y Washington en septiembre de 2001, se ha acentuado en la política internacional la tendencia a usar la fuerza como único método para alcanzar estrategias, dar satisfacción a los grandes mercaderes de armas y a los enloquecidos militares estrategas.
Al amo del mundo no le importa la pobreza, la injusticia, la discriminación, el aislamiento cultural, el tráfico de personas, el hambre. Ni el medio ambiente, ni los derechos humanos, ni la cooperación, ni el clamor universal por la vida, la educación y la paz. No le importa talar bosques enteros para acabar con los incendios tantas veces provocados, liquidar a los pobres para acabar con la pobreza, asesinar inocentes sin acabar con el terrorismo. El amo del mundo está sordo y ciego, no escucha los gritos de socorro que suben como un vaho, los gritos de tantos condenados a muerte que lloran en los rincones más oscuros de un planeta envuelto en guerras programadas, guerras que sólo sirven para agravar la raíz de los problemas que, falsamente, se dice solucionar.
Bush, el amo del imperio; Blair, su rendido súbdito, se reúnen para preparar la previsible guerra contra Irak. Entre almuerzo y cena, sonrisas y saludos, van cavando las tumbas para los muertos ajenos. Ofrecen sangre, no la suya, ni la de sus hijos, sino la de los otros. Y así, legitimando la violencia, el terror y el sacrificio absurdo de las personas, nos venden sus ideas como “venganza antiterrorista” y “represalias defensivas”. Desatan la estrategia del miedo, justifican el ataque armado y extienden por el mundo pobre, pobre mundo, su capacidad de generar odio. Abrirán las puertas del infierno en nombre de un supuesto peligro global. “Prepararse, muchachos, para otra vez matar, morir de nuevo, y cubrir con flores la sangre” (Neruda). El pretexto: terminar con el terrorismo. La sinrazón: dinero, petróleo, venta de armas, supremacía global. ¡Qué arte para el exterminio y qué ciencia para extirpar la paz!
Es evidente que la comunidad internacional está en otro momento crítico, decisivo, confuso, aterrador. ¿Cómo trabajar, vivir, reír, callar, dormir, mientras el amo del imperio y sus aliados desprecian la vida, y nos empujan hacia un conflicto armado de consecuencias imprevisibles y terribles? La humanidad tiene obligación de decir NO A LA GUERRA. La humanidad tiene obligación de no acudir a la convocatoria criminal. “No más la sorda y triste guerra” (Alberti). Hay que parar esta tétrica danza, ciega y espantosa. Disuadir de represalias armadas antes de que al planeta Tierra se le caiga la vida y quede “rodando como una esfera pura / estéril y mortal / o menos bellamente / pudriéndose despacio / como una llaga entera / como un muerto” (Vilariño).

¡HASTA MAÑANA, SI BUSH QUIERE!


Amparo Carballo Blanco, escritora y editora El Mundo/ La Crónica de León, Sábado 15 de
Febrero de 2003 Movilización en el Bierzo


¡HASTA MAÑANA... SI BUSH QUIERE!

Estamos perdidos. La razón ha perdido la razón. Mientras Dios está presente en las palabras de Bush, que pide a los americanos que se levanten y recen con él “en este tiempo de prueba”, en Irak hay niños, mujeres y hombres que amanecen bajo la amenaza del terror. Inocentes que quizá mañana no puedan celebrar la alegría, el gozo de vivir, porque a los americanos “Dios les enseñará a tener resolución a la hora de enfrentarse contra el mal”.
¡Oh!, el mal. Para algunos pensadores, el mal procede de Dios o de la causa primera; si Dios es la causa de todo y por consiguiente también del mal, este es inherente a Dios. Según otras opiniones el origen del mal está en el hombre y en sus actividades. O sea que el mal está y reside en la naturaleza humana hecha a imagen y semejanza de Dios. ¿Rezar a Dios? ¿Qué Dios? Bush pide, además, a la comunidad internacional que castigue a Sadam. Y está montando una tragedia, un cuento de horror al más puro estilo de Edgar Allan Poe, donde “Los comediantes, hechos a imagen del Dios de las alturas, / susurran y gruñen en voz baja / y corren de un lado para otro, / simples marionetas que van y vienen / a las órdenes de un algo grande y sin forma / que cambia y mueve los decorados / sacudiendo de sus alas de cóndor la invisible desgracia.”
¡Cuántas plegarias teñidas de tintes bélicos, acumulación de tropas en Oriente Próximo, compra de países, mantenimiento de dictaduras, multimillonarios presupuestos para hacer frente a una posible guerra con Irak ! Y todo por el control del petróleo. Frente al capitalismo agresivo y depredador que impera en EEUU, la vida humana ya no vale nada. Así está el amo del impero: a Dios rogando y con el mazo dando, para seguir la tradición americana de quedarse con lo que no es de ellos y les conviene. Ejemplos históricos tenemos.
De vuelta a los proféticos versos de Poe: “¡Qué abigarrado drama!..., ¡sin duda no será olvidado! / con su Fantasma perseguido sin descanso / por una multitud que no puede alcanzarlo / cruzando un círculo que gira sin cesar / sobre sí mismo. / La Locura, el Pecado, y el Horror, son el alma del argumento. / Pero mirad: entre el tropel mímico / se introduce una figura que rastrea. / Un ser rojo de sangre que viene retorciéndose / desde la soledad de la escena. / ¡Se retuerce!..., ¡se retuerce!...con mortal angustia. / Los comediantes se convierten en su alimento, / y los serafines lloran ante los colmillos / de la terrible sabandija / tintos en sangre humana. ¡Desaparecen..., se extingue todas las luces! / y sobre todas aquellas temblorosas figuras / cae el telón, el paño mortuorio, / con el ímpetu de la tempestad. / Y los ángeles pálidos y descoloridos / se levantan, se quitan los velos y afirman / que aquella obra es la tragedia <> / y su protagonista, su héroe, el Gusano Conquistador.”
Y habrá incontables víctimas anónimas, civiles condenados a morir como daños colaterales. Inocentes que estarán dejados de la mano de Dios por orden del presidente estadounidense, porque según él, América triunfará ante la adversidad “por la voluntad de Dios”. ¡Ay! ¡Qué desvergüenza! ¡Estamos igual que en tiempos de la batalla de Clavijo! En pleno siglo XXI Bush invoca a Santiago Matamoros...Es patética la situación.
No hay nada que pueda legitimar la matanza de civiles inocentes. La guerra jamás allana el camino para llegar a la paz, sino que conduce al camino más corto para llegar al infierno. El hecho de que la guerra esté sobre Oriente Próximo no quiere decir que no nos vaya a cubrir con su tétrica y espantosa mancha. Estar lejos del naufragio no significa evitar la marea negra del terrorismo, la llegada del más terrible y pegajoso de los chapapotes, sino que habrá mayor dispersión y mayor número de afectados. Si este crimen contra la humanidad se produce, comprobaremos como día a día nos irán llegando oleadas de venganza y no habrá manera de arrancarlas de las mentes. Por eso, ahora y siempre, hay que decir: NUNCA MÁIS, NO A LA GUERRA, NO A LA SINRAZÓN.


(El Mundo/ La Crónica de León, Sábado 15 de Febrero de 2003 - Primer Plano / Movilización en el Bierzo)

LA PAZ Y LA PALABRA EN LA CALLE

El Mundo-La crónica de León 27-02-2003

LA PAZ Y LA PALABRA EN LA CALLE

Amparo Carballo blanco

Las calles se llenaron, se llenaron cada vez más. No cabían, agolpados, los alientos. Todos quisimos salir para entrar en el otro cambio, en la libertad, en la paz tal vez....
Viendo las multitudinarias manifestaciones que en todo el mundo se celebraron pidiendo la paz y la palabra, se pudiera pensar ilusamente que por fin la humanidad puede alcanzar el milagro de un nuevo orden mundial. Pero, ¿a quién se le ocurre cuestionar la decisión del amo del Imperio? ¡A ver qué nos hemos creído...! Para los que buscan los “santos lugares del petróleo” y se empeñan en la mentira y en la bala, el negocio es el negocio y los petrodólares sonantes. Desde EE UU se nos dice que bien, que está muy bien eso de manifestarse solidariamente, que fíjate la suerte que tenemos porque en Europa podemos protestar libremente contra la guerra, mientras en Irak a los que hablan se les corta la lengua.
Esta guerra “preventiva”, decidida y diseñada desde hace mucho tiempo, no va a resolver las desigualdades económicas y sociales, el hambre, las enfermedades, la miseria, ni la violencia que sufren los más débiles. No evitará que los países sigan fabricando y traficando con terribles armas de todo tipo. La guerra contra Irak no resolverá el problema del terrorismo. Como bien dice la escritora Cristina Peri Rossi “los terroristas no se van a detener porque no se va a atacar sus verdaderas causas: el fanatismo religioso o cualquier otro fanatismo – el nacionalista, el étnico o el racial o el sexual – y la ignorancia, el atraso en que viven millones de personas en el mundo”.
El dolor está escrito. Ese día apocalíptico lleno de muerte no será una oscura película de ciencia-ficción, será real. Habrá apagones de luz, apagones de vidas inocentes que se consumirán en la gran hoguera de la guerra. Miles de soldados pisarán más y más fuerte, destruyendo sus propias botas militares. Los dedos sobre el gatillo: uno, dos, tres, uno a uno, dos a dos, tres allí, tres más caerán. Y después de tanto horror, tanto muerto, tanta palabra de hierro, quedarán lágrimas de dolor volcadas sobre la tierra; entre el cemento, sangre inocente mezclada con petróleo.
¡Ay! El dolor que atraviesa
las mil manos de los pobres,
el temor a abrir la ventana
y ver que
todavía seguimos así,
que nada ha cambiado,
que sólo el cementerio
no duerme
abriendo sus puertas
eternamente, sin preguntar
por qué nacemos,
por qué vivimos,
sólo diciendo que ya hemos muerto.
(Carlos González)
Es cierto que nadie quiere la guerra. Pero está claro que detrás de la política estadounidense no hay sino desprecio hacia la vida humana y una inmoral defensa de intereses económicos y estratégicos. Una vez que EE UU moviliza su costosa maquinaria bélica, se entra en una dinámica que impide la marcha atrás. Y además no queda más remedio que destruir Irak. Hay que ser generosos, obsequiar con represalias armadas y macabros embargos, liberar con la muerte a los iraquíes de la dictadura del diabólico Sadam Hussein. Y además el psicópata ambicioso Bush no va a renunciar al botín de Bagdad. Hecho ya el reparto del “oro del moro”, los gobernantes colaboradores en la matanza de civiles inocentes se permiten desoír el clamor por la paz, permanecen indiferentes ante esta movilización social universal.
Porque la mejor arma para extirpar de las mentes el terrorismo y la guerra es la justicia y la solidaridad internacional, dejemos solos a los gobernantes que no nos representan. Exijamos la paz y la palabra, el desarme de los países, también el desarme EE UU. Y repitamos ¡NO A LA GUERRA! buscada a propósito con mentiras organizadas por los amos del dinero.

LA UTOPÍA DE LA SOLIDARIDAD


Tribuna- Opinión- Diario de León 30-07-2005
LA UTOPÍA DE LA SOLIDARIDAD

Amparo Carballo Blanco

Resulta que hay palabras que tienen la merecida categoría de «palabras largas». Una de ellas es «hipopotomonstrosesquipedaliofobia», que define el miedo irracional a la lectura o pronunciación de palabras extensas. No es de extrañar.
Otras muchas palabras cortas del diccionario también son difíciles de pronunciar y se traban en la lengua, e incluso tienen dientes y muerden como un lobo. Palabras que no se deben usar, ni siquiera pensarlas, cavilarlas, palparlas, encumbrarlas, escribirlas... Mucho menos gritarlas. Lo decía el poeta Celso Emilio Ferreiro: «Querida, no lo olvides, hay palabras/ que es pecado decirlas en este tiempo».
Palabras hermosas que se miden por obras, que expresan sentido común, deseos y buenos proyectos. Una de estas palabras es solidaridad y sus derivadas, tales como: social, socialización, solidarizarse, solidariamente, solidario...
Es cierto que hay voluntariados, ONGs de ayuda humanitaria, apadrinamientos, hermanamientos, etcétera. Pero no es suficiente. La insensata insolidaridad anda suelta entre nosotros como una loca augur de la muerte. Varios ejemplos: los poderosos ordenan la guerra para que se maten entre sí los pobres. Para combatir el terrorismo nada mejor que extender el mortal sarampión del terror por la piel de todo el mundo habitado. Para que haya paz hay que hacer la guerra. Para que no haya incendios alguien dijo «que se quemen los bosques». Para acabar con el hambre hay que envenenar hasta el aire, esa nutritiva sustancia suministrada por una misteriosa Providencia para engorde de los pobres. Y mientras los tres cuartos de la humanidad no pueden ni siquiera satisfacer sus más elementales necesidades, el cuarto restante está ocupado en conseguir la satisfacción de sus «nuevas necesidades».
Es decir, el mundo se está convirtiendo en un polvorín, en una cruel selva donde rige, con diferentes nombres y disfraces, la «Ley de la Selva» que nos está salpicando a todos. Pues todos somos débiles respecto a algunos y por tanto, oprimidos. Somos fuertes en relación con otros a los que explotamos cuanto podemos. Tanto da que se trate de personas individuales como de colectividades humanas. Según parece, esta sociedad globalizada necesita víctimas para sostenerse sobre su barro despedazante, sacrificando la vida, la dignidad, la libertad y sus posibilidades de desarrollo y perfeccionamiento. Y quizá lo que nos espera es un desmoronamiento total de la convivencia.
Son pocos los que se sienten moralmente obligados a colaborar con los demás, compartiendo sus problemas. Menos aún los que adoptan una actitud activa ante el desolador panorama mundial de tantas personas que sufren física y moralmente o que viven en la indigencia. Muchos son los que se niegan a cooperar solidariamente en la reparación del daño. Algunos compartimos aquella antigua máxima del doctor Marañón: «Hay que mantenerse solidariamente solitario y solitariamente solidario». A pesar de que ser solidario significa que uno se adhiere incondicionalmente a una causa y a las personas comprometidas en su defensa, la palabra solidaridad resulta para más de uno contraria a sus intereses individuales, muy difícil de entender y de pronunciar en su idea de derecho u obligación en común.
Como vecinos y ciudadanos del mundo lo estamos viviendo de cerca cada día, hasta en los pequeños niveles de las comunidades de vecinos se reproduce el universal y, por desgracia, extendido principio insolidario. Da lo mismo que uno o varios vecinos tengan importantes problemas, para que, contra toda lógica, los demás se vuelvan de repente insolidarios (¿quizá lo fueron siempre?), dedicándose a incrementar el daño, a responder agresivamente al perjudicado, olvidando que la interdependencia es muy necesaria y que una comunidad de vecinos es un grupo o conjunto de personas que comparten elementos y circunstancias. También se define como una organización social que se forma por cercanía, en cuyo seno la vida y el interés de los miembros se identifican con la vida y el interés del conjunto, como puede ser el bien común.
Sin embargo, por lo general, toda sociedad humana posee en su entraña una cierta dosis de violencia e insolidaridad. Por eso, casi siempre, la solidaridad se queda sólo en vagas promesas políticas, expresiones verbales o escritas, pasando a convertirse en un utópico ideal muy alejado de la realidad social. Porque ya se sabe, «el ser humano es un animal tan ensimismado en la extasiada contemplación de lo que se cree que es que se le pasa por alto lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de otros animales de su propia especie, la cual, pese a todo, se multiplica con tal rapidez como para infestar toda la tierra habitable». (Ambrose Bierce).
Así que, tomad nota forasteros: no pidáis nunca solidaridad ni cooperación, palabras estúpidas con peligro de sociabilidad. No digáis siquiera las palabras derivadas por muy lejano y vago que sea el parentesco etimológico, como son, verbigracia: ayuda, colaboración, diálogo, convivencia, socialización. En cambio decid egoísmo, hostilidad, competitividad, incomunicación, rivalidad, conformidad, sí señor, muchas gracias por matarme, qué buen rollito, Dios se lo pague. Dejad que se pudra la palabra solidaridad, e imprimir en la frente el sello de la indiferencia por todo lo que concierne a los demás. Por supuesto no vayáis con la verdad y el corazón en la mano, digo, en su sitio. Ni mostréis nunca en público buenos sentimientos porque son hermanastros enfermizos del pensamiento... En tiempos de hipocresía ser sensible a las distinciones entre las cosas es una inconfesable falta, que jamás perdonan los que están dispuestos a impedir que se logre la repartición de un mundo mejor para todos.
Por todo eso, por eso mismo: «Nono esquezas, hai palabras/ que é pecado decilas niste tempo». No seas original. No destaques. Pasa desapercibido. No extravíes con otros las urgencias, ni te encuentres contigo en la espesura... No preguntes porqué «el viento lleva andrajos de esperanzas erguidas/ sobre mástiles de sueños; y lleva las últimas/ palabras de los soldados desconocidos/ que murieron en las guerras por patrias inútiles» (Celso Emilio Ferreiro). No seas sincero, que eso es sinónimo de tonto e inculto. No vayas nunca al fondo o caerás en el abismo. Cánsate de nadar contra corriente. Que la indiferencia ponga velos de apatía en todos tus actos. Sé cortés, experto en las artes y la práctica del disimulo. No retengas la luz de la conciencia, que según el Diccionario del Diablo, es un estado mórbido del estómago que afecta a la materia gris del cerebro y produce confusión mental. Arremolínate en la nieve de lo callado. No clames por saber. ¿Hay algo mejor que no saber? Miente. Pon tu buena fe en olvido. ¡Ah!, y ni se te ocurra hablar con palabras que parezcan palomas...
Si consigues vencer el asco personal: «¡Xa verás que felices imos sere!» -como dijo el poeta que subyace entre líneas- en una isla desierta de solidaridad. Lo cual produce whangdeppotenawah, que en lengua ojibwa, según el mordaz Ambrose, significa desastre; dolor inesperado que nos hace mucho daño.

Amparo Carballo Blanco, escritora y editora

LA (IN)COMUNICACIÓN

Tribuna-Opinión- Diario de León 10-06-2003
La (in) comunicación

AMPARO CARBALLO BLANCO

Quiero saber si usted viene conmigo
a no andar y no hablar,
quiero saber si al fin alcanzaremos la incomunicación.
(Pablo Neruda)

La gente llegó a hablar entre sí antes de saber intercambiar sus ideas e informaciones a través de la escritura. Y durante miles de años, la conversación fue la única forma de comunicación, por tanto antes de la galaxia Gutemberg la cultura de los seres humanos era esencialmente hablada y oída.
En la actualidad, a pesar de vivir en la era de la información y de los avances científicos y tecnológicos, uno sabe que hay demasiados enfermos de enfermedad, de soledad y desencuentro, que la sociedad está perdiendo, entre otros importantes, el preciado valor de la comunicación interpersonal. No descubrimos nada nuevo. Parece mentira, pero es verdad: hay exceso de mala comunicación, desinformación y a la vez crisis a nivel social, familiar y de pareja. Y en este enjambre desolado, multitud, tormenta y torbellino nadie escucha, nadie entiende. La voz que cada cual profiere no es más que ruido, inarmónico sonido para los compañeros del camino. Tal vez porque tenemos poco o nada en el pensamiento para intercambiar, las necesidades son diferentes, las parejas se hacen y se deshacen a velocidades de vértigo, y todos estamos muy ocupados en sobrevivir, por eso nos limitamos, como si fueran mercaderías, a cambiar baratijas por silencio, a sustituir las interrelaciones humanas reales por las virtuales.
Por ejemplo, no hay más que sumergirse en internet para darse cuenta de la cantidad de náufragos silenciosos que salen a ese océano en busca de amor, amistad, algo. Para ello, en un localizador cualquiera de parejas, cuelgan perfiles tales como: «Soy ingeniero, profesor universitario, pintor acuarelista. Estoy separado y en breve divorciado. Mido 1,70, peso 77 kilogamos, dicen que no aparento los 51 años. Busco compañera, paso de los malos rollos eventuales que no llenan el corazón y sólo calman la soledad por momentos» . O este otro : «Hola, ja, qué risa. Creo que soy inteligente, físicamente normal, simpática, curiosa, me gusta hacer muchas cosas: leer, el cine, viajar, el campo. Soy funcionaria y guapa, tengo sentido del humor a raudales, pero puedo ser muy seria. Me gusta escuchar, me encantan las buenas historias, admiro la imaginación desbordante y las personas no mediocres...» Y así, miles de don Nadie y Dianas cazadoras infortunados hambrientos exhiben su mejor perfil, casi nunca real. Es una red de palabras, frustraciones, deseos e ilusiones, donde frotan la lámpara del genio de internet para ver si unos y otras se encuentran con un azul príncipe comprensivo o con un hada maravillosa que les ofrezca un horizonte, un para siempre. Sí, esta fórmula puede ser tan válida como otra cualquiera para que los invisibles se hagan visibles, cuando dentro de su entorno no tienen ya ninguna oportunidad de deslumbrar. Claro que lo difícil es acertar, hacer coincidir jarra, agua y vaso, y que don Rápido Rodríguez me convenga o doña Luciérnaga Aguda sea mi amor . ¡Oh, la búsqueda de lo nuevo! ¡Oh, la felicidad anhelada! Pero el mar de cada día es muy duro de navegar, y además como dijo una famosa poeta:
uno siempre es uno
y dos no son uno,
es evidente;
pues de cada uno
es el peso de su sombra
y el paso de su suerte.
Los muros del silencio nos separan, el óxido implacable de la indiferencia nos corroe y la sociedad en la que vivimos levanta muchas barreras que obstaculizan la comunicación; la importancia de escuchar; las técnicas de persuasión. Por eso no deja de ser interesante y agradable el experimento que dos jóvenes neoyorquinos han realizado. Se instalan en la calle con sus mochilas, sus sillas plegables, y un cartel en el que se lee «háblame».
Su pretensión es promover las relaciones directas entre las personas, escuchar las historias de todos los transeúntes que lo deseen, animar a que la gente ávida de conversación cuente cómo les ha ido el día, cuáles son sus sueños o sus pesadillas. O confiese sus neuras, el último desengaño amoroso, la penúltima zancadilla en el trabajo, cualquier otra cosa que les preocupe. También en España funcionan en algunos centros educativos de la ESO los llamados grupos de mediación, que se limitan con inteligencia a escuchar atentamente a estudiantes conflictivos, facilitando la comunicación que ellos desean. Todo lo que se haga en esta dirección parece una buena idea.
Hablar y escuchar, sentir que somos escuchados, no estar en continuo eclipse verbal, abrir espacios al regalo de la voz, tiempos para el trato cercano con el otro, y no llegar a la discusión agria sino al entendimiento máximo posible: esta pudiera ser la clave para que el mundo vaya mejor. Aun a sabiendas de que también esta partitura es un grito herido por el silencio, que las palabras las esparcen los vientos, que lo impreso muere roído: hablémonos aunque sea escribiendo en voz baja, susurrando al oído. Hoy podemos decir, como Neruda, mejor esto que aquello de:
«pago yo aquí por tu silencio.
De acuerdo: yo te doy el mío
con una condición: no comprendernos».
- ¿Y luego, qué? - Al estilo de Celso Emilio Ferreiro, saluda de mi parte a Fuco Pérez sin segundo/¿Qué che falta...?

AMPARO CARBALLO BLANCO es escritora y editora

LA NAVIDAD QUE CUENTO

Opinión-Tribuna- Diario de León 08-12- 2003
LA NAVIDAD QUE CUENTO

AMPARO CARBALLO BLANCO

"La capacidad de algunos hombres para infligir dolor es infinita, y en muchos lugares del mundo siguen las guerras olvidadas cobrándose miles de víctimas inocentes..."

YA ESTÁ aquí. Lo pregona el bombardeo publicitario. Lo dicen las grandes superficies, y los supermercados llenos de dulce y lujo y abundancia. Lo proclama el parpadeo lujurioso de las luces y el brillo deslumbrante de los escaparates cegando los ojos de avaricia consumista. Y ya anda suelto por ahí un señor de cabeza monda y lironda que todos los diciembres sopla sobre sus manos la suerte de la lotería, la desilusión de todos los años. Y no cesan de beber los peces en el río, dando la impresión, por tanto y cuanto, de que todo va bien y que otra vez toca ser feliz como sea. Ante tanto derroche a troche y moche, la sensación que uno tiene es de que en el mundo no pasa nada. Pero pasa, vaya si pasa... Siguen llegando no pocas noticias de atentados y muertes. Y es que como bien dice en un artículo el filósofo J. A. Marina: «No se puede apagar el fuego con el fuego. El fuego se combate con el agua y los problemas se resuelven con el Derecho. La fuerza termina los problemas, pero no los resuelve. Retoñarán inevitablemente portando frutos amargos».
Pero, ¿qué importa? Suena el villancico, tan-tan de los Reyes Magos. La Navidad con su mercado ha llegado, y las estanterías de la sección de juguetería de las grandes superficies están abarrotadas de muñecos representando a un hombre bomba, un skin, un francotirador, un preso sádico. Y claro, todos llevan su «kit básico» de armas biológicas y químicas falsas simulando a las que supuestamente escondía Sadam, y que sirvieron de pretexto a George W. Bush para desatar la guerra preventiva, y armar su propio belén sangriento en tierras de Mesopotamia.
Pastores venid, pastores llegad a ver cómo por arte de magia durante estos festivos días desaparecen las miserias humanas, la pobreza, la enfermedad, el dolor, y hasta la muerte. Toda la gente es más guapa y es más buena. No hay nadie necesitado y arrinconado y olvidado aquí mismo, en algún lugar de nuestra propia cuidad: no. Ni mujeres maltratadas: no. Ni abusos a menores: no. Ni existe la plaga del sida: no. Tampoco hay en el mundo 800 millones de personas que pasan hambre: no. Ningún niño, en su cuna, es abrasado, mutilado por balas y explosiones: no. Ni se ensancha el abismo entre ricos y pobres: no. Y sobre el planeta Tierra no se ciernen amenazas reales: no. La magia navideña los ha hecho desaparecer.
La capacidad de algunos hombres para infligir dolor es infinita, y en muchos lugares del mundo siguen las guerras olvidadas cobrándose miles de víctimas inocentes, como en la ilegal e injusta guerra contra Irak. Y a la violencia que el hombre impone al hombre se añade la que éste ejerce sobre la Naturaleza, destruyendo su vital equilibrio biológico. ¿Qué más da? Hay que vivir, son cuatro días y los que vengan detrás que se las apañen.
Ya está aquí. Ya se oyen las campanillas siniestras del carro de guerra de papánöelbush, que sigue sin tregua dejando caer sus bombas-regalo sobre edificios habitados por civiles. ¡Jo, jo, jo! Con panza llena y luminosa sonrisa, va repartiendo a los niños de Irak bonitas tumbas donde descansar en paz y en Acción de Gracias.
Una pandereta suena. ¡Ande, ande, ande la marimorena, que esta noche es Nochebuena, pues el mismísimo emperador fundamentalista ha cenado pavo asado con sus tropas en Bagdad! Y es que pasaba volando por ahí, y «estaba buscando una cena caliente en algún sitio». Pobre. Los militares estallaron en aplausos. Las víctimas inocentes, desde sus anónimas fosas, estallaron en un sordo entrechocar de carpos, falanges y metacarpos. Los otros escuderos Blair-Aznar, desde un rincón estratégico, dieron un espantoso Do de pecho incondicional. El emperador lloró emocionado y en un ejercicio de suprema humanidad añadió: «Vamos a triunfar porque nuestra causa es justa». Más aplausos y felicitaciones por saber mezclar sin piedad la sangre humana con el petróleo.
Y otro atentando. ¿Atentado, guerrilla, guerra, resistencia defensa? Víctimas y más víctimas, esta vez españolas. ¡Hay qué ver como son los irakíes! No se dejan invadir. No se dejan liberar. No se dejan matar. Son capaces de sobrevivir e incluso de sobremorir. Están dispuestos a defenderse, hasta con burros de destrucción masiva en fase de extinción, de los ladrones que han entrado en su país violando los derechos internacionales y humanos.
¡Ay!, paloma blanca, paloma blanca, ¿dónde, dónde andarás...? Aquella blanca paloma de la paz que sabía de orden, de lealtad extrema, de migraciones y de heroísmo, nunca aprendió su nombre y fue abatida sin miramientos, igual que fueron muertas por tropas norteamericanas otras dos inocentes niñas de Irak, ¿también terroristas?, que recogían leña y ahogaban sus sueños entre sábanas de hambre y miedo. Hoy como ayer, el mundo está siendo asolado por guerras, que dicen, humanitarias; y las calles de las ciudades son adornadas con cuerpos humanos destrozados. Hoy como mañana, las mujeres lloran las muertes de hijos y maridos que ya nunca jamás volverán a casa por Navidad.
En el pesebre monetarista unos muchos orondos políticos se ríen porque están alegres, mientras celebran cumbres para repartirse el macabro botín del negocio de la guerra, la reconstrucción de Irak, el petróleo, los cargos, los sueldos, el poder. Y campana sobre campana y bomba tras bomba y atentado sobre atentado...¿En qué mal belén nos han metido? Los ángeles del mal cantan. ¿Qué nuevo terror nos traerán?
En la Navidad que cuento pasan cosas tan graves como que la seguridad de nuestro planeta, frágil bola azul, pende de un débil hilo. Pero nada. «Estamos donde tenemos que estar», dice el Jefe. ¡Dale, dale, y zúmbale al pandero!, porque a saber lo qué nos depara el imperial Año nuevo.

AMPARO CARBALLO BLANCO es escritora y editora

LA SINGULARIDAD DE CADA DÍA

Tribuna- Opinión- Diario de León 09-12-2004

LA SINGULARIDAD DE CADA DÍA


Amparo Carballo Blanco


EXISTEN infinidad de estudios sobre la situación de la mujer en las distintas sociedades, tanto en el llamado Tercer Mundo como en sociedades avanzadas o muy desarrolladas, dando lugar de forma general a la exigencia de suprimir los obstáculos sociales, económicos y jurídicos que perturban la igualdad de derechos, participación y profesiones entre hombres y mujeres. Lo cual plantea la compleja cuestión de cómo tratar lo femenino en el marco de una sociedad de iguales. Como no puede haber una cuestión femenina aislada de los problemas que afectan a todos, la no integración plena de la mujer, que en algunos casos se ha logrado en parte, pone en evidencia que aún quedan muchas metas que alcanzar para lograr la legítima igualdad y la buena convivencia entre todos los seres humanos. Una convivencia sin la frecuente dependencia económica y social, que entorpece la comunicación intersexual en una sociedad ya de por sí discriminatoria y represiva. Porque esta sociedad, aunque muchos interesados lo nieguen, es una sociedad fragmentada en clases, divisiones y subdivisiones, donde es cada vez más profunda la marginación de grupos. Algunos afirman sin más que la discriminación de la mujer en la sociedad ha desaparecido, añadiendo interesadamente que la mujer y el hombre son diferentes: algo evidente si es a simple vista. Es fácil demostrar que la presunta diferencia beneficia a una parte y perjudica a la otra, ya que no es difícil saber que la mujer, por ser mujer, en muchos casos sufre maltratos, violencia y abusos, además de desempeñar puestos de menos rango y remuneración en el trabajo. Esa falsa realidad de diferencia, aleja la lucha por la igualdad como tal, olvidando que el problema casi siempre es consecuencia de la división de la sociedad en clases, lo que afecta también a los hombres.
Estos planteamientos, de la diferencia simple y de la mujer en la sociedad capitalista, se unen en una síntesis, pues los derechos de la mujer no es problema sólo femenino, sino que afecta a todas las personas, aunque con matices diferentes. Siendo necesario distinguir entre mujer con poder adquisitivo, casada o independiente; y otra en la misma situación social, pero sin recursos económicos propios ni familiares, ya que el hombre, en esos casos de bajo poder adquisitivo, también está marginado. A propósito de derechos y marginación del hombre y de la mujer respecto de sus roles la sociedad industrial, vemos claramente que la diferente socialización tiene lugar ya desde la infancia, donde se separan los roles del niño y de la niña, incluso en los primeros juegos.
Una mujer que trabaja en casa, familia de bajo nivel económico, padece un grado elevado de tensión y desgaste físico, pues ha de tener en cuenta tanto el horario de trabajo del marido como el cuidado de los hijos y de la casa. Esto con muy pocas esperanzas de alcanzar independencia económica en iguales condiciones y compartidas con el hombre. Por otro lado está la mujer que trabaja fuera de casa, sin que ese logro le alivie de las labores habituales, porque en la sociedad no existen los adecuados medios de atención a los niños pequeños, quedando todas las tareas del hogar a cargo de la mujer trabajadora, además sin que por ello perciba aportación económica. Lo anterior, aunque tiene algo de positivo, demuestra que el camino no es el adecuado, a pesar de la tendencia de la incorporación al mundo laboral de las mujeres. El desarrollo industrial, cibernética, ordenadores, máquinas, electrodomésticos pueden facilitar los trabajos del hogar, pero no evitan que en ocasiones, tras contraer matrimonio, la mujer se vea obligada a abandonar su puesto de trabajo para atender la casa y a sus hijos. Por eso es evidente que la liberación de la mujer no será tal liberación, como tampoco la del hombre, si la actual sociedad sigue montada sobre los mismos esquemas, sin crear las condiciones para que padres y madres puedan pasar más tiempo con sus hijos.
Es sabido que al principio de la sociedad industrial los trabajadores carecían de una conciencia clara de la situación y trabajo de la mujer. La mujer aparecía como un peligro de carácter competitivo, utilizado por los patronos contra los movimientos obreros; incluso pretendían prohibir el trabajo de las mujeres alegado razones «morales». Es una prueba clara de cómo las exigencias sociales y los derechos quedan muchas veces subordinados a las costumbres, porque en aquel tiempo los movimientos obreros, carentes de cualquier aspecto de la política general, no se daban cuenta del problema que afectaba específicamente a la mujer. Esto llevó a orientar el movimiento obrero mundial hacia motivos más claros y elevados. En definitiva, hacia una sociedad más justa y solidaria, donde no exista la explotación de los seres humanos en su conjunto. Muchos años después, ahora mismo, vivimos una época llena de incertidumbres que envuelve y afecta a todas la naciones del mundo, cada vez con menos soberanía nacional y más dependientes de la globalización. Al llegar a este punto es necesario hablar de los efectos que la sociedad, llamada de consumo, produce singularmente en la mujer, la cual muchas veces compra felicidad en los grandes almacenes sin darse cuenta de ello. Antiguamente la mujer era la gran ahorradora de los salarios de la casa, pero todo ha cambiado con la «sociedad de la publicidad» donde la mujer está siendo mentalizada y manipulada cada día en el ciclo económico del consumo. Esos mensajes producen el temor a las arrugas del tiempo, a las canas, a no alcanzar el prototipo falso de mujer ideal, flaca, en los huesos, como las modelos, resultando víctima de productos casi siempre inútiles cuando no peligrosos para la salud.
En estos confusos y trágicos momentos de la humanidad, no es posible olvidar el problema de la violencia doméstica contra la mujer, el tráfico de seres humanos, el acoso sexual y moral, las guerras contra la paz. Todo ello pone de manifiesto el incumplimiento constante de los derechos humanos.
Tanto enfrentamiento generalizado constituye una gran amenaza que pesa sobre el futuro de la Humanidad. Lo cual se ve, a pesar de las mentiras, con la guerra ilegal e injusta de Irak, que está ocasionado la muerte de muchos millares de personas y la destrucción orgánica y física de una sociedad como la iraquí, que a pesar del embargo brutal de una década estaba bastante bien organizada hasta 1990. Además de la irreparable pérdida de vidas humanas, se han destruido grandes museos milenarios, la gran biblioteca de Bagdad, teatros, universidades con tesoros y documentos imposibles de recuperar, hospitales, escuelas¿ Esta agresión destructiva y demoledora hacia todo un pueblo se ha hecho con el pretexto de que había un cruel dictador (que sí lo había) y un montón de armas de destrucción masiva (que no existían) .
Porque todos los días son días singulares en la breve vida del ser humano, es evidente que la total liberación e integración de la mujer en las sociedades contemporáneas, en una sociedad de iguales, también tiene sólo un camino: la cultura y las libertades en un mundo más justo, más solidario, habitable y definitivamente en paz.

Amparo Carballo Blanco, escritora y editora