Saturday, August 26, 2006

CHOVE NOITE NO MUNDO

CHOVE NOITE NO MUNDO

Amparo Carballo Blanco
escritora y editora


A estas alturas de la realidad, las palabras en boca de numerosos políticos sólo son sangrientas trampas de araña que han perdido su verdadero significado hieden a dinero y están tan muertas como todos los asesinados en la guerra.


Otra empalagosa Navidad está al caer y al mismo tiempo sigue cayendo incesantemente un letal diluvio de bombas sobre la indefensa población de Irak. Y mientras chove noite no mundo (Celso Emilio Ferreiro) una voz interior nos va relatando el amargo estribillo del villancico que cuenta y canta los miles de millones que cuesta cada misil presuntamente inteligente, los miles de millones que cuesta esta guerra, los miles de millones que va a costar reconstruir un país destruido, los miles de millones que se están repartiendo unos pocos por la matanza de muchos inocentes en esta locura interesada de muerte y destrucción, los miles de millones de dólares a interés compuesto.
Seguimos escuchando palabras como ayuda humanitaria, solidaridad, libertad, democracia para el pueblo de Irak; paz, Dios, guerra preventiva, daños colaterales, dólares, petróleo. A estas alturas de la realidad, las palabras en boca de numerosos políticos sólo son sangrientas trampas de araña que han perdido su verdadero significado, hieden a dinero y están tan muertas como todos los asesinados en la guerra.
Ha pasado casi otro año y el infierno terrenal está más caliente, amenaza con extenderse y ser aún peor. Sin embargo parece que nos hemos acostumbrado, no hay ya manifestaciones, ni protestas contra una guerra ilegal que se hizo por causas inventadas. Porque como bien dice Raúl del Pozo: “El miedo ha hecho su labor. Se está cumpliendo la profecía de Bin Laden: ya es más probable morir por un coche bomba que por una mordedura de serpiente. Ya hemos aceptado que no habrá paz hasta que el ejército de los infieles abandone la tierra de Mahoma”.
En un mundo globalizado donde todo es mercancía, ya tendríamos que conocer el precio que supone nuestra indiferencia, el privilegio de llegar a casa y poder apretar un botón para que funcione la calefacción o cualquier otro robotizado artilugio. Pero aún no somos conscientes que detrás de tan sencillo gesto hay un elevado tributo en vidas humanas y medioambientales. Ni que despiadados intereses políticos y económicos están condenando a gran parte de la Humanidad a la miseria y al hambre.
Cada mañana nos desayunamos con las terribles noticias de un genocidio que sigue y no cesa, y nos dan arcadas viendo como los amos del mundo, con su “operación limpieza”, pretenden un territorio libre de habitantes para poder apoderarse del pastel del petróleo, del infame negocio de reconstruir lo destruido brutalmente. Sin embargo, las vidas humanas perdidas por las armas ya nunca podrán ser reconstruidas ni recibirán una bonita felicitación navideña llena de amor, alegría, buenos deseos y acaso muchos regalos.
Seguro que los Bush tal vez saben que situado en los alrededores de la ciudad de Caen, en Normandía, centro neurálgico de la batalla de Normandía, a pocos kilómetros de las playas donde desembarcaron las fuerzas aliadas, fue construido sobre un búnker subterráneo el Museo para la Paz. El Museo, tiene gracia la cosa, fue patrocinado por la Fundación Estados Unidos- Normandía e inaugurado en 1988, pretendiendo ser una inolvidable lección de paz. En él se ofrece entre otras cosas un viaje a través de los horrores de las guerras, se exponen armas y material bélico, fotografías, carteles, documentos que describen el derrumbe de la paz. En el interior de una vasta bóveda oscura se proyecta una fotografía gigantesca y borrosa de Hitler bajo una siniestra luz violácea con un discurso como fondo sonoro. La visita continúa a través de otras salas donde se presentan sucesivamente una serie de imágenes alusivas a las deportaciones, genocidios, campos de concentración y las encarnizadas guerras que asolaron la Humanidad. El broche final de la visita consiste en una película a favor de la libertad y de los derechos humanos, en la cual se expone la filosofía que anima al Museo, aportando un mensaje de paz y esperanza.
Mucha agua ha pasado, mucha sangre sigue corriendo bajo los puentes de la historia de la Humanidad, pero muy poco ha cambiado la condición invasora del ser humano desde que los Estados Unidos de América colaborase en defensa de países que el nazismo había invadido salvajemente. Medio siglo después, total ayer, los invasores de países son los mismos EE UU de América, pero ahora convertidos en un peligro para el resto del mundo, especialmente para los países más pobres, incluso para el Medio Ambiente, con un reelegido emperador transmutado en una real amenaza para la paz.
De todo ello da cuenta las numerosas víctimas civiles que está causando y causará la atroz e ilegal guerra contra el régimen del dictador Sadam Husein. De forma que el propósito del Museo para la paz de lograr que todos los hombres y mujeres que lo visiten tomen conciencia de que las amenazas que se ciernen sobre la libertad no pertenecen sólo al pasado, sino que están presentes también en el mundo contemporáneo; y que la tarea de cada uno de nosotros consiste en redoblar esfuerzos a favor de la paz, la fraternidad y la solidaridad, ahora es algo que parece un deseo malogrado. Porque la espantosa realidad es que los seres humanos somos olvidadizos y ni museos, monumentos ni palabras logran que la paz sea un bien permanente.
Ya lo sabíamos, pero alguien lo dijo antes: “Esta guerra, como la que venga después, es para poner término a la guerra” (David Lloyd George). “Cuando los ricos hacen la guerra, son los pobres los que mueren en ella” (Sastre). Lo estamos viendo en las sangrientas imágenes que nos llegan. ¡Qué feliz Navidad! ¡Qué contentos los fabricantes de armas! ¡Qué felices los políticos entretenidos con sus herramientas de guerra! ¡Qué náusea! ¡Qué vómito! ¡Qué pena! La especie humana con tantos hermosos logros se merece algo mejor.
Desde ahora el Museo para la Paz no estará completo si no se incluyen en él las imágenes de todos los belicosos defensores de la guerra preventiva con el inicuo pretexto de la paz. Una paz que al final sólo será la paz de los cementerios.

1 comment:

Anonymous said...

Tienes mucha razón.